En 1913 se inicia una historia particular dentro de la de todo un país. Una historia de tradición familiar, cariño y buenos alimentos. La historia cocinada al candor del fuego lento del Restaurante Lago de Sanabria.
El primer ingrediente de esta historia lo cocinaron Antonio Pérez y su esposa María. Dejaron atrás con valentía y decisión su Sanabria natal, con un equipaje en el que incertidumbre e ilusión compartían maleta. Y abrieron una pequeña casa de postas con la que ganarse la vida.
Años más tarde su sobrino Francisco y su mujer Lucía se hacen cargo del negocio en uno de los momentos más duros de nuestra historia. Lucía aportará todo su candor y alegría a cada plato que prepara. Francisco, su meticulosidad y paciencia a la hora de elegir en el mercado cada ingrediente del menú. Siempre a fuego lento.
El 1977 entra en escena Juan Loriente, un joven sin experiencia cuyo constante afán por aprender bullía día a día. “Fuego lento, cariño, paciencia y los mejores ingredientes”. Su suegra Lucía nunca ha dejado de repetírselo y en esa frase siempre encontró la respuesta a la mayoría de sus preguntas. Y en el esfuerzo y dedicación que mantiene desde el primer día.
Esas palabras nunca se le han olvidado a Juan, quien las aplica religiosamente y también se las ha enseñado a su hijo Saúl. Él aceptó en 2010 el legado y responsabilidad de preparar el salmón ahumado. Uno de los platos más especiales y queridos del Restaurante Lago de Sanabria. “Fuego lento, cariño, paciencia y los mejores ingredientes. Nunca lo olvides. Como me enseñó tu abuela, Saúl”.